Carlos de Austria

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En la historia

La figura de don Carlos, malogrado hijo de Felipe II, ha sido muy maltratada por la historia. Se ha transmitido a lo largo de los años una idea errónea sobre el príncipe. La personalidad del heredero de la Corona nos ha llegado desfigurada como consecuencia de la propagación de la Leyenda Negra y la mistificación de la ficción literaria, que lo convirtió en víctima de un inexistente odio paterno. La famosa tragedia de Schiller, Don Carlos, contribuyó a que se le viera como un romántico desgraciado, consecuencia de un destino aciago que compartía con su padre Felipe II. La realidad es que Don Carlos tuvo una vida infausta desde su nacimiento, debido a los problemas físicos que acarreó toda su vida, a su conflictiva personalidad y a la difícil relación que mantuvo con su padre.

Primer hijo de Felipe II y de su primera esposa, María Manuela de Portugal, Carlos de Austria nació en Valladolid un 8 de Julio de 1545. Su nacimiento supuso una gran alegría para su padre, ya que el nacimiento de un hijo varón suponía que la continuidad de la dinastía sería prolongada. Pero los festejos duraron poco, pues cuatro días después falleció la princesa de Asturias, María Manuela, como consecuencia del parto. La tragedia y el drama rodearon la vida de Carlos desde sus comienzos. Además, la salud del pequeño infante fue muy precaria ya desde sus primeros días, tanto que los médicos adjudicaron que sufría malformaciones, posiblemente provocadas por la consanguinidad que había entre sus padres, primos hermanos por doble vía, pues tenían los mismos abuelos. A parte de sus problemas físicos, Carlos tuvo serios problemas mentales que dificultaron su capacidad de aprendizaje.

Durante su infancia estuvo poco tiempo con su padre, quien pasaba largas temporadas fuera de España, y debido a su condición de huérfano, su padre decidió que el infante, en un primer momento, recibiría el cuidado de una de las damas de la difunta emperatriz Isabel, Leonor de Mascareñas. Cuando el príncipe pudo caminar pasó al cuidado de las hermanas de Felipe II, María y Juana de Austria. A pesar de todas las atenciones que se le dedicaron a Carlos, su carácter se deterioró con los años, siendo cada vez más desagradable, violento y conflictivo.

En 1560 Carlos fue reconocido como heredero al trono de Castilla, aunque no era capaz de acudir a las Cortes debido a su estado se salud. El joven Carlos se mostraba cada vez más al mismo tiempo cada vez más violento y rebelde ante el monarca, aunque Felipe II aún se mostraba paciente con su hijo, confiando que cuando llegase su momento estaría preparado. Tras sufrir una nueva recaída física, su padre le trasladó permanentemente a Alcalá de Henares, donde el infante sería vigilado e instruido por don Juan de Austria y Alejandro Farnesio. En 1562 sufre un grave accidente al caer por las escaleras mientras perseguía a una sirvienta de palacio.

Los choques entre Felipe II y su hijo fueron constantes desde 1562, ya que Felipe II no entendía el comportamiento de su hijo y su falta de control, así su relación se distanciaba cada vez más, Felipe estando cada vez más decepcionado y desesperado con su hijo, y a su vez el resentimiento de Carlos hacia su padre se hacía cada vez mayor. La situación comenzó a empeorar a partir del año 1564, ya que el príncipe de Asturias, que tenía ya casi veinte años, empezó a mostrar su enfado por el hecho de no ocupar ningún cargo destacado en la administración del reino. Su padre se mostraba reacio a este respecto debido a las dudas que tenía acerca de la capacidad de Carlos. El heredero reprochaba a su padre la falta de confianza que depositaba en él. Finalmente, Felipe II decidió nombrarle consejero de Estado, pero sorprendentemente está decisión aumento la ira de su hijo, que no se conformaba con un cargo cualquiera, sino que quería disponer de autoridad y de voz en la toma de decisiones importantes.

Felipe II tampoco consiguió que las cortes confirmaran a Carlos como heredero del trono, lo cual aumentó el distanciamiento entre estos dos, ya que Carlos culpaba a su padre de no haber conseguido su confirmación. Felipe II al dudar seriamente de que la situación mejorase se dispuso a paralizar las negociaciones matrimoniales iniciadas con su primo Maximiliano II, para que su hijo contrajera matrimonio con la hija de éste, Ana de Austria. Al mismo tiempo, el rey era consciente del problema sucesorio, ya que no consideraba que Carlos pudiera hacerse responsable del gobierno de sus reinos tras su muerte. Carlos tras darse cuenta de la situación y dominado por el resentimiento, comienza a conspirar contra su padre.

La inestabilidad mental de Carlos seguía en continuo deterioro. A finales de 1567 la situación se hizo insostenible, Carlos compartió sus planes conspiratorios con el príncipe de Ebolí. Aquel plan suponía un grave peligro para la estabilidad de la monarquía, ya que don Carlos había estado manteniendo conversaciones con rebeldes de Flandes, con el fin de escapar hacia aquellas tierras, asentarse en su gobierno y enfrentarse al control de su padre. Felipe II, que fue informado de los planes de su hijo, decidió poner finalmente freno a todas sus maniobras. Así, en 1568, decidió encerrar a Carlos en sus aposentos para evitar que pudiera desestabilizar la situación política. El príncipe amenazó varias veces con suicidarse y cada vez se mostraba más desequilibrado. Finalmente, Carlos murió el 24 de Julio de ese mismo año, a la edad de 23. Según la versión oficial, emitida por el propio monarca, su hijo había fallecido por causas naturales debido a su delicado estado de salud.

La detención del príncipe en el Alcázar suscitó multitud de teorías en todas las Cortes europeas, ya que nadie conocía realmente las razones de Felipe II. La posterior muerte del infante en estas circunstancias desató una dura campaña de desprestigio hacia el monarca, siendo muchos los que pensaron que Carlos había sido asesinado por su padre, dando origen a la llamada leyenda negra. Aprovechando esta campaña de difamación, los protestantes, con Guillermo de Orange a la cabeza, afirmaron que la verdadera causa de la muerte del heredero habían sido los celos del rey, ya que éste había sorprendido a su esposa, Isabel de Valois, con Carlos y le había sentenciado a muerte por su deshonra. Felipe II también fue acusado por alguno de sus más destacados enemigos, entre los que se encontraba su antiguo secretario Antonio Pérez, que respaldaron la teoría del asesinato por envenenamiento. A lo largo de los años muchas otras teorías se han dedicado a extender la leyenda negra, alegando algunas que el asesinato de Carlos no había sido de carácter pasional, sino una decisión política por el bien del Estado. Posteriormente, el romanticismo mitificó a don Carlos como una víctima de la tiranía, asentando así la presencia de la leyenda negra contra Felipe II en la cultura popular.

En la ópera

El infante don Carlos es el héroe romántico por antonomasia. Tenor lírico-spinto de bellísima escritura, está dispuesto a morir por el amor que siente hacia Isabel, enfrentándose a todo poder establecido, incluyendo a su padre y a la todopoderosa Inquisición. Muere por un recurso de Deus ex machina. Encarna todos los valores del joven idealista capaz de enfrentarse a la tiranía por amor.

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